Coco: sus muertos y sus lágrimas

Me encontré en una extraña circunstancia mientras veía que a mi alrededor, en esa sala de cine elegante en la isla de Margarita, del Centro Comercial Parque Costa Azul, todo el mundo intentaba contener las lágrimas. Miré a mi izquierda y mi hermana ya había reventado y le sostenía la mano a mi mamá quien también lloraba.

Yo quise disimular mi rostro y fingí querer más cotufas así que mi mano fue directo hacia el balde de cartón vacío. Solo diminutos granos de maíz sin reventar bailaban en el fondo. Sin duda fue un momento único: a mis 24 años han sido pocas las veces que he ido al cine con ambas y solo habíamos llorado juntos en momentos de angustia, humillación, decepción y pérdidas familiares. Por supuesto (y los que me conocen saben que soy un llorón) tampoco pude contenerme.

Mi corazón casi se derrite cuando, en nuestro último día de vacaciones navideñas, apunté con mi cámara Canon a mi hermana de 16 años para capturar en video sus impresiones del viaje a La Isla. Ella no tardó en decir: “Mi parte favorita del viaje fue cuando los tres vimos Coco, porque nunca habíamos estado tan juntos”.

Alegría, emoción, una historia que derrite corazones, ojos hechos agua por maravillosos efectos y oídos cautivados por tan enternecedoras canciones… Esa fue mi experiencia con Coco, película del 2017, de Disney Pixar, dirigida por Lee Unkrich y Adrian Molina con la música de Michael Giacchino.

Un poco escéptico

Soy un amante de Pixar y Disney pero tengo que asegurar que nunca cruzó por mi mente ver Coco. Sentía que sería de esas películas como Enredados que ignoraría por años solo por juzgarla por su afiche o sus trailers (es gracioso porque después de siete años evadiéndola, en 2017 me volví un fanático de Enredados). Por otro lado, también tenía el presentimiento que esta nueva ola de inclusión racial Hollywoodense que ahora adoptan los estudios cinematográficos mancharía mi experiencia, y tenía miedo de verla  como una historia forzada para un público forzado.

“La película está llena de un humor característico, más que mexicano muy latino por lo que llega efectivamente a públicos de habla hispana sin perderse o centrarse solamente en estos.”

Me acerqué ese día a la taquilla del cine y la función más cercana era la de Coco. En mi mente de friki incansable tenía muchas ganas de echarle un ojo a La Liga de la Justicia pero las funciones estaban agotadas. Con dolor pagué los boletos… Ahora me alegro porque ¡vaya suerte que tuvimos de toparnos con un filme tan maravilloso! Y bien equivocado que estaba sobre él.

La película cuenta la historia de Miguel Rivera, un niño mexicano de 12 años del pueblo ficticio de Santa Cecilia, que tiene el sueño de convertirse en un músico tan famoso como su héroe del cine Ernesto de La Cruz. Pero su familia, que cuenta con una generación extensa de zapateros, repudia la música por un evento que dañó la vida de una de las ya difuntas matriarcas de la estirpe.

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Miguel Rivera tiene que buscar la forma de salir del mundo de los muertos antes del amanecer. De lo contrario se quedará para siempre y no podrá cumplir su sueño de ser músico. Imagen: Disney Pixar.

Contra la voluntad de sus padres, tíos, hermanos y abuelos, Miguel decide participar en el mundo de la música con un evento cultural que se celebra en la víspera del Día de Muertos (una tradicional festividad mexicana que se lleva  a cabo a finales de octubre hasta inicios de noviembre, donde se honra a los que partieron a otro plano); y para ganar decide robar la guitarra de la tumba de Ernesto de La Cruz, lo que desencadena los eventos de la historia.

Con todos estos elementos, Disney supo atraparme como espectador mientras yo caía en cada trampa nostálgica y figura familiar (no solamente por la “familia” en sí sino por todos los signos que me resultaban demasiado comunes como latino), y me dejé llevar por ese maravilloso viaje.

Animación, color, vida… y muerte

Lo primero que noté apenas el protagonista inicia este viaje en el mundo de los muertos fue la cantidad de esmero que Disney puso en cada detalle, esquina, textura y color de las escenas. De entrada tenemos este hermoso puente hecho de pétalos naranja que conecta nuestro mundo con el de los espíritus cada año en el festejo de Día de Muertos, y mientras Miguel se abre paso a la llamada de la aventura, en compañía de sus antepasados muertos, las ganas que yo tenía de lanzarme entre los pétalos eran inmensas.

Así de real se sentía todo. Hay un brillo particular en la ciudad donde viven estos esqueletos coloridos quienes esperan cada año cruzar el puente para visitar a los familiares que los honran con ofrendas. El mundo se nos muestra con preciosos planos abiertos pero al director no le da miedo darnos detalles de textura en los personajes.

Vemos animaciones hechas con delicadeza, mientras que la cantidad de elementos en los huesos y ropas los hacen parecer tan reales como los espectadores que estábamos en la sala de cine.

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La animación tiene un brillo hipnótico y cuida los detalles. Lo que brinda más apego a la historia que se cuenta. Imagen: Disney Pixar.

La película está llena de un humor característico, más que mexicano muy latino por lo que llega efectivamente a públicos de habla hispana sin perderse o centrarse solamente en estos. Recuerdo lo mucho que tronaron las risas con la chancla de la abuela Elena Rivera volando como arma letal por el pueblo. Mientras los escuchaba, no podía dejar de reír e imaginarme cuántos de ellos tendría alguna pequeña cicatriz o marca de bejuco aún grabada en la piel.

Asimismo, el filme está hecho de una forma tan inteligente que cualquier latinoamericano puede disfrutarla, pero también cualquier persona en el mundo, y mucho más quienes hayan perdido a un familiar que amaron con el alma.

Porque si algo hace bien este filme es conectarte con los que han partido.

Música y lágrimas

Disney presenta otro mundo mágico donde todos los días son de  fiesta. Excepto para aquellos muertos que son olvidados, ya que hay una regla que siempre se cumple: sin ofrenda no hay pase al mundo de los vivos.

La historia añade elementos a su propia “mitología” (y usa cientos de la cultura mexicana como a los alebrijes, que en el filme son criaturas que sirven de guía entre los mundos, y en la vida real se trata de artesanía tradicional mexicana).

Un ejemplo de esto se distingue en lo que los guionistas llamaron “la segunda muerte” que consiste en el olvido permanente de un muerto que lo condena para siempre. Es por esto que artistas de renombre como Ernesto de La Cruz brillan por décadas: siempre son recordados. Es un tema del legado que deja cada individuo antes de morir.

Coco no solo es una historia que habla de luchar por tus sueños, muestra la importancia de la familia, ese apego gigante que los latinos tenemos por la estirpe, ese honor que sentimos hacia los que ya partieron de nuestro mundo”

Y me dirán loco pero estaba seguro que en cualquier momento aparecería un esqueleto colorido y regordete, con sombrero de charro, vestido del ya fallecido artista Juan Gabriel (cuya carrera marcó generaciones de música en México y el mundo, y quien admiro profundamente).

No fue así, para mi decepción, pero la película está empapada artísticamente de esa influencia mexicana con personajes como Frida Kahlo, el comediante Cantinflas y el luchador El Santo. Y sin ir muy lejos es demasiado obvio que el mismísimo Ernesto de La Cruz está inspirado en el actor y cantante mexicano Pedro Infante (ícono de la época de oro del cine mexicano entre los años treinta y cincuentas).

Las canciones que componen el soundtrack tienen letras nostálgicas y melancólicas a veces presentadas con un ritmo festivo, algo muy típico de esos temas clásicos de nuestra región latinoamericana que escuchamos desde niños. Esos que hablan del amor, el desamor, de la tristeza…

La principal, “Recuérdame”, es por mucho la más pegajosa y mejor producida; habla de emigrar, del adiós, de la pérdida, del autoexilio, de extrañar. Cosas muy latinoamericanas, más aún latentes en estos tiempos de gobiernos que separan a familiares y amigos.

Pero otras canciones dan su toque hermoso de ternura como “El latido de mi corazón” (que cierra la historia) y “La llorona” (acompañada de una emocionante persecución/danza). El espectador no sabe si bailar o llorar con lo que oye.

La línea argumental está bien llevada. Mi mamá, mi hermana y yo nos retorcíamos y brincábamos de nuestros asientos de vez en cuando. Lo mismo con el resto del público. Los conflictos que se plantean entre la matriarca y difunta Mamá Imelda, Héctor (el ayudante del protagonista en su aventura), Ernesto y Miguel, aunque hasta cierto punto controversiales para el público al que va dirigido, se manejaron de forma creativa y otorgan a la historia un movimiento entretenido de los eventos.

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La unión familiar es uno de los temas que toca la película. Pero también la importancia de honrar a los muertos en la cultura mexicana. Imagen: Disney Pixar.

Coco no solo es una historia que habla de luchar por tus sueños, muestra la importancia de la familia, ese apego gigante que los latinos tenemos por la estirpe, ese honor que sentimos hacia los que ya partieron de nuestro mundo, honra la cultura mexicana que tanto roza la mejilla del resto de las culturas de nuestros países de habla hispana, y es un reflejo de esa nostalgia que envuelve nuestros corazones cuando recordamos a los que se fueron y a los que están por partir.

Vi en Socorro Rivera, la bisabuela de Miguel, a quien le dicen Coco (y le da nombre a la historia), las arrugas de mi propia abuela de 91 años. En sus ojos llorosos vi los de mi doña y los de mi madre que lloraba en la sala de cine junto a sus hijos. Y, por supuesto, vislumbré la partida pacífica para mi doña, e imaginé un mundo tan fantástico como el que Disney presenta, donde ella pueda bailar de nuevo y conocer a Frida Kahlo, mientras canta:

“¡Ay, mi familia! ¡Oiga mi gente! ¡Canten a coro nuestra canción! ¡Amor verdadero nos une por siempre en el latido de mi corazón!”

10/10

2 Comments Add yours

  1. Totalmente identificada contigo. Excelente reseña general y personal! Mis abuelitos que partieron los dos en menos del último año, me prometí recordarlos cada día. Quien sabe, capaz la fantasía supera la realidad…

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    1. Raúl Vejar Williams says:

      Me alegra un montón que te gustara. ¡Un abrazo caluroso!

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